jueves, junio 15, 2006

La Pervivencia de la Consciencia

Así pues, siguiendo el post del otro día sobre la moral, tenemos bases para establecer una moral al margen de la religión, la cuestión ahora es ¿qué moral?, ¿qué principios morales?

Por supuesto es cosa de cada uno. Pero a mí personalmente, el enfoque y el principio moral que más me ha llamado la atención es el del ya mencionado en un post anterior, Moredan, que expongo en versión libre. Empieza por preguntarse cuál es el mayor bien. La respuesta no es razonada sino arbitraria, un sentimiento, el de maravillarse y sentir como algo grandioso, sagrado, el hecho de que seamos capaces de pensar “yo”, es decir la autoconsciencia, o simplemente consciencia. Una capacidad de nuestra mente, propiedad emergente del desarrollo del cerebro en el ser humano a través de la evolución biológica. Nuestra capacidad de reflexión, de comunicarnos con un lenguaje complejo, de hacer modelos del mundo y de nosotros mismos para comprenderlo y ubicarnos, de decidir nosotros mismos el sentido del universo. Somos la parte infinitesimal del universo con consciencia, ese raro tesoro, y tenemos el deber de conservarlo.

Así pues la pervivencia de la consciencia es el axioma moral fundamental. Suena un poco raro, distante, muy teórico y de escasa aplicación práctica, al menos así me sonó a mí la primera vez que lo leí. Pero hay algunos pasos que nos van acercando a su comprensión. El primero es considerar que hoy por hoy, para nosotros, la pervivencia de la consciencia pasa por la pervivencia de la humanidad, de modo que podemos hacer un primer juicio, que todo aquello que propicie la pervivencia de la humanidad y la aleje de su aniquilación es bueno, lo que la perjudique y nos aproxime a la aniquilación, malo.
Dando un paso más, lo siguiente que vemos como bueno, que más puede favorecer nuestra pervivencia, es que la humanidad debe ser más sabia y más poderosa. Sabia, tanto en el sentido de que la investigación científica dé soluciones a los problemas de la humanidad, como también para que tengamos sociedades más justas, más pacíficas, más equilibradas y cooperadoras. Poderosa, referido a la parte práctica de lo anterior, dotarnos de recursos suficientes que hagan posible la pervivencia.

Todo esto nos conduce, y al mismo tiempo lleva implícito, al humanismo. Si queremos una humanidad sabia y poderosa apostamos por la democracia, los derechos humanos, la libertad individual.

Podemos preguntarnos ¿según este axioma moral, qué sentido tiene encarcelar a un asesino?, ¿acaso depende de ello que la consciencia perviva o deje de hacerlo?, y por otro lado ¿diré que es malo asesinar porque perjudica la pervivencia de la consciencia?
Digamos que una sociedad que no encarcelase a los asesinos, que permitiera los asesinatos, se volvería caótica y las posibilidades de extinguirse aumentarían notablemente. Responder sí a la última pregunta tal vez parezca muy lejano y frío, ajeno al sentimiento de repulsa que sentimos ante un crimen. Pero no hay razón para lo contrario. La respuesta es sí, diré eso exactamente. Pero puedo decir otras cosas, depende del nivel de abstracción en que me sitúe, la razón y los sentimientos no están reñidos, al menos en este caso. Puedo decir que asesinar es malo por el valor que tiene la vida humana, o simplemente ponerme en el lugar de los allegados al muerto y sentir compasión por su dolor.

Tengo una teoría. Hay gente que piensa que la conciencia (no “consciencia”) es la que nos dice lo que está bien y lo que está mal. No negaré que esto sea cierto en alguna medida. Si me remuerde la conciencia por algo será y tendré que pensar si realmente hice algo mal y qué fue, pero ¿existe una conciencia innata que modela nuestros principios morales o son nuestros principios morales los que modelan nuestra conciencia?
Seguro que hay una parte innata, heredada, no lo niego, pero esa conciencia no siempre coincide con lo que consideramos moralmente bueno. Un chascarrillo sobre una persona puede llevarme a excluirle sin sentir mala conciencia en absoluto. Son cosas que pasan todos los días. Irreflexivamente. Pero si lo pensamos probablemente veamos la perversidad de tal manera de actuar.
Y por otro lado principios morales como los del nazismo o el estalinismo llevaron a mucha gente a la mayor crueldad con la conciencia de estar haciendo lo mejor.
Un cambio en nuestros propios principios morales hace que lo que antes nos repugnaba deje de hacerlo. Por ejemplo un creyente que siente una blasfemia como un mazazo y tras hacerse ateo incluso puede blasfemar y quedarse tan pancho.
Así que pienso que mayormente son nuestros principios morales los que deciden cuando tendremos mala conciencia y esta será un indicador de incoherencia con los propios principios.
HispaLab
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