domingo, febrero 11, 2007

Naturaleza bruta.

Otra que me ha sorprendido mucho del libro de Pilar Cristóbal es la reproducción de los ceratioideos (o ceratoideos), que son unos peces abisales de esos con bocas terroríficas y farolillos luminosos, especialmente el destino de los machos.

Los primeros en descubrirlos se pensaron que eran parásitos pues las hembras llevan dos o tres pegados en el abdomen como si fueran tales. Pero no, son los machos, o lo que queda de ellos.

Veamos. De pequeños machos y hembras apenas se distinguen, miden poquito, pongamos unos milímetros, y son pececillos corrientes, no totalmente formados aún pero pececillos. Sin embargo las hembras siguen creciendo y formándose hasta medir un metro y pesar siete kilos, mientras que los machos no pasan de dieciséis milímetros y catorce gramos.

El macho busca una hembra, la reconoce por ciertas rugosidades de su piel, y entonces le da un buen mordisco y se ancla a ella con sus largos y afiladísimos dientes. Pobre hembra, pensarán algunos y, bueno, tal vez le duela, pero lo que viene a continuación es mucho peor. Los dientes desaparecen, los respectivos tejidos de la piel y la boca empiezan a crecer y fusionarse hasta formar uno sólo. El macho se alimenta a través de la hembra y, como un feto, no necesita muchos de sus órganos, no necesita intestino ni branquias ni corazón y todo ello desaparece, hasta los ojos se van achicando hasta desaparecer, lo único que queda de él es un mísero hígado-riñón y un par de testículos (grandes, eso sí) para poder cumplir con su parte en la reproducción.

Qué cosa, convertirse en un pequeño apéndice de la hembra, como un retorno al útero y a la nada. En fin…

Y otra muy fuerte también, en este caso bastante chungo para las hembras, es la reproducción de las hienas.

Son más grandes y más agresivas que los machos, dominan la manada con jerarquías estrictas y se transmiten el poder por herencia, como los reyes. El caso es que son hembras con muchos andrógenos. Y es el animal con mayor tasa -continua- de adrenalina en sangre. Se pasan el día peleando. Además de carroñeros son cazadores y devoran sus presas a toda velocidad para que no les quiten el bocado (ahora entiendo porque los perros comen tan afanosamente). Son los únicos animales que pueden triturar los huesos más duros, de rinoceronte, por ejemplo, y no sólo para comerse el tuétano, como otros, sino porque digieren el hueso mismo.

Los machos y las hembras apenas se distinguen, ellas son algo más grandes pero en todo lo demás son muy similares. La gran cantidad de andrógenos en la placenta hace que sus genitales se configuren de un modo peculiar. Es algo que se ha observado también en mujeres con alto nivel de andrógenos durante la gestación. Los labios de la vulva se fusionan parcialmente formando algo semejante al escroto y el clítoris crece enormemente. Lo que ocurre entonces es que no pueden ni copular ni orinar ni parir como es habitual en otros mamíferos y deben hacerlo a través del clítoris. Una barbaridad.

Para copular se vuelve elástico, se ensancha y se chafa como una acordeón, pero para parir es más complicado. Su canal del parto es más largo que el de otros mamíferos y encima hace ángulo, y el cordón umbilical es muy corto. En el primer parto las hembras se desgarran el clítoris (lleno de terminaciones nerviosas, uf) y más del diez por ciento mueren. Y sólo la mitad de los cachorros sobreviven al parto.

En fin, se supone que es una buena estrategia evolutiva, ser extremadamente agresivas en un ambiente extremadamente hostil. Pero es brutica, eh, la naturaleza.
HispaLab
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